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sábado, 31 de diciembre de 2011

El poder del barrio

Son unas memorias de adolescencia, pero algo más también. A mí me tienen entusiasmada estas Historias del barrio de Gabi Beltrán (guionista y color) y Tomeu Seguí (dibujo). Por varios motivos. En primer lugar, tienen un valor de documento histórico (de ahí los colores sepia de las viñetas) y de álbum ilustrado de todo un señor barrio chino de Palma, eso que ya ha desaparecido sepultado bajo chorrocientos bares de tapas y la higiene estética que provocan los pisos de lujo. En los ochenta palmesanos, para los chicos de barrio alto aquello era territorio comanche. Así que para algunos las páginas suponen una revelación, y para otros una rememoración personal de algo que ya desapareció, aunque no del todo: aún hoy cuando esas callejuelas se quedan desiertas permanece cierto aire de amenaza. Es la presión del urbanismo y la arquitectura de esta parte de la ciudad. En este aspecto, juega un papel primordial el dibujo del Premio Nacional de Cómic Seguí: es esencial, muy expresivo, esquemático. El trazo es sucio, con líneas irregulares, ensombrecedor, perfecto tanto para la historia que se está contando como para el espacio donde ésta sucede. Coherencia a tope.

El cómic supone también un retrato riguroso pero poco detallista de Palma (hay alguna panorámica urbana estupenda). Como la memoria de Beltrán. Vayamos a ella. Como buen guionista, ha enmarcado su adolescencia en un solo verano, el de 1980, una época significativa en su biografía y más que suficiente para comprender cómo se cría la gente entre drogas, violencia, delincuencia y prostitución. El hilo conductor en las historietas lo van marcando la huida personal del protagonista y las historias paralelas de amigos y vecinos (Benjamín, el señor Paco, Arnaud, Antonio, Ramos o Cardona) que convivieron con Beltrán. El resultado es estupendo porque el peso de la historia no recae sobre el protagonista, evitando así yoísmos pelmas o egotrips que a veces empantanan algunos cómics autobiográficos que se han puesto tan de moda. En cuanto al contenido, hay equilibrio entre acción (es genial que todo sea local) y pensamiento; aunque la balanza se decanta por la primera. Y en la estructura narrativa el puente con el momento actual se establece a partir de una serie de textos breves intercalados en los capítulos del cómic que versan sobre la muerte del padre del protagonista de la historia, ese joven (raro) que no se quitaba la camiseta de Joy Division. No en vano aquel verano de 1980 se suicidó el cantante de la banda británica, Ian Curtis, otro que no alcanzaría los 30.

Dos apuntes más: valoro mucho que Beltrán no se haya puesto sentimentaloide. En el cómic pasan muchas perradas (también hay satisfacciones, como un primer contacto sexual), pero el tono es contenido, distanciado, sin grandes cargas de profundidad. Por eso es efectivo. Por otra parte, su narrativa me recuerda en parte (salvando muchísimo las distancias) al estilo de Haruki Murakami. Me explico: tanto uno como otro tienen una forma de expresarse que no necesita de grandes escenas ni grandes momentos, sino que lo importante radica en las pequeñas cosas que suceden, en lo cotidiano, en situaciones tan simples como leer cómics de historias de ciencia ficción junto a don Paco (enchufado a sus botellicas) en su terraza, momentos que, como todo en la vida, pueden llegar a ser transcendentales y marcar un antes y un después. De éstos hay varios en el cómic.

Por último, el color es un acierto. Me recuerda al de El invierno del dibujante de Paco Roca, o a la fotografía de las películas neorrealistas. Beltrán le ha puesto tonalidad al flashback, a la memoria, y a la luz que el barrio tenía en los ochenta. Ahora ya no es la misma. Pero él tampoco: en la tarde de ayer, con la dignidad de algunas canas, me soltó: "La edad de suicidarme ya se me pasó".

*Publicado el 11 de diciembre de 2011 en "Diario de Mallorca".

Quin xou, Margalida!

Fuentes cercanas al Teatre Principal me aseguran que la gala de los Premis Escènica sentó como un tiro a Margalida Moner y a los políticos del Consell. Vamos, que no se esperaban que el paisanaje se inflamara tanto. En público afirmaron tranquilones (un detalle: Moner temblaba) que las quejas del sector teatral –retransmitidas por IB3 y Twitter– les parecieron reiterativas, mientras que en privado sus rostros debían disimular la rabia que produce una úlcera estomacal. Que se vayan acostumbrando: a la gente se le ha caído la mordaza.

Al día siguiente de la entrega de los galardones a las mejores piezas dramáticas del año, hubo rueda de prensa en el teatro para presentar un cartel bimensual flojo y pobretón, teniendo en cuenta que el Principal es a Mallorca lo que el Nacional de Catalunya al Principat. Les pondré un ejemplo del programa: en enero se estrenará una obra titulada Quin xou, nena! La sinopsis contiene un embarazo, la fuga a Cuba del padre de la criatura y "una criada un poco fresca"; es decir, ostenta todas las trazas narrativas y estéticas de las comedias de enredos de Xesc Forteza. Tampoco la firma ningún dramaturgo de referencia. ¿De verdad que no hay más teatros en Ciutat para este tipo de representaciones? Señores, el Principal pierde fuelle y espectadores. Y la cosa empieza a no funcionar: ya se han tenido que suspender todas las actuaciones matinales para escolares de Antígona, de Morgana Teatre, una compañía casi fija en el Auditòrium, excelente teatro privado que debe soportar cómo el Principal le hace desconsideradamente la competencia. Pero no se sorprendan, todo esto está sucediendo porque tenemos unos gerifaltes que no conocen ni las funciones de un teatro público ni la escena de Ciutat, y se piensan que todo esto funciona como un club social.

Continuemos. Si hay algo que ha tenido que cambiar el Principal en los últimos meses ha sido la estrategia de comunicación. Las órdenes son claras y vienen desde arriba (aseguran fuentes cercanas al teatro): la señora Moner deberá evitar las ruedas de prensa, no vaya a ser que nos resucite a Tennessee Williams o nos confunda a Yllana con Iguana Teatre. El Consell sabe que a medida que se desgasta la imagen de la gerente también se erosiona la marca del teatro. ¿Por qué creen que las presentaciones de los últimos espectáculos a la prensa son conducidas únicamente por sus artistas? Temen las preguntas que podamos hacerle a Moner, pero sobre todo sus respuestas. Con todo, esta estrategia sirve de poco, porque la información siempre llega por otras vías: son muchos los que han pasado por el despacho de la gerente, y todos aseguran que en su mesa no tiene ordenador. Ni mail corporativo.


Llegados a este punto, creo que ya es hora de preguntarse si es ésta la imagen del Principal que queremos. La institución no puede estar peor en este sentido: el escenario es una barra libre y sírvase-el-que-quiera porque ha desaparecido la selección del especialista; la armonía laboral se quebró desde el primer momento; y se tomó la decisión unilateral de suprimir las ayudas a la producción local de obras. Lo pintan negro. Quin xou, Margalida! ¿No te hubiera ido mejor en el Institut Mallorquí d´Afers Socials con Catalina Cirer dirigiendo el departamento de Gent Gran, puesto que el partido tenía pensado para ti (cuentan fuentes del PP)?

*Publicado el 4 de diciembre de 2011 en "Diario de Mallorca".

Y Max negó a Disney

Peter Pank es una gamberrada muy seria de Max, una parodia del Peter Pan de J. M. Barrie que pronto saltó a la gran pantalla de la mano de la almibarada Disney. No hace falta ni decir que la factoría desactivó el subversivo original del escritor escocés, por lo que en puridad deberíamos rehacer la afirmación anterior y decir que el dibujante afincado en Mallorca parodió el sucedáneo de Disney.

Cuatro décadas después llegó trituradora-Spielberg y convirtió a Peter Pan en adulto (Hook), intentando dar una vuelta de tuerca a lo que había hecho la factoría de dibujos animados, pero, como siempre cuando se trata de apropiarse de historias de otros, se quedó en la superficie y nos aburrió. Años antes, Max iba a darle con cucharilla al cineasta convirtiendo a Peter Pan en adúltero.

El americano siempre tiene el mismo problema con las adaptaciones: no se atreve a incomodar al público, y su trabajo resulta molestamente cosmético: basta ver el destrozo al que ha sometido a Tintín. Un buñuelo de película pese a que el protagonista sea un clon perfecto del dibujo de Hergé.

Desde el principio, en el episodio de No future!, el primero en la edición integral de Peter Pank que acaba de salir a la venta, Max desvela con sinceridad que el nombre de este personaje se lo reveló su amigo Jordi Sempere, que hizo un juego de palabras (entre Peter Pan y punk) en el fragor de un bar. El dibujante andaba buscando un perfil y un marco a partir del cual retratar y hacer crítica social de las incipientes tribus urbanas de los ochenta. Aquella mezcla imposible entre lo punk y el candor del País de Nunca Jamás (el reino de nuestra infancia) terminó por convencerle. Puestos a ser transgresores, no tenía demasiado sentido que el telón de fondo para las peleas entre hippies y punkies fuera una sucia ciudad. Max es cualquier otra cosa menos un autor realista o costumbrista. Su mundo madura entre mitos antiguos (el bosque, las hadas, los hombres lobo...) e iconos de la cultura popular.

Tras leer estas historietas, uno se da cuenta de que el dibujante siempre está dispuesto a cualquier pirueta con tal de salvaguardar la libertad, al igual que su Peter Pank, quien cree que "siempre será mejor habitar el propio infierno que someterse al infierno de los demás". Ésta es la declaración de independencia más radical que jamás se haya pronunciado en el cómic. En estas páginas, los chicos descarriados de Disney son punkies; los piratas, rockers; los indios, hippies y las sirenas, ninfómanas. Básicamente, el cómic sigue la línea argumental de la cinta de Disney, pero en él se intercalan divertidísimos episodios de violencia gratuita, sexo y drogas propios del cómic underground (Shelton o Robert Crumb). Una fiesta.

El estupendo tomo de tapa dura, recientemente editado por La Cúpula, también contiene el segundo y tercer álbumes del personaje titulados El Licantropunk y el Pankdinista, en los que Max demuestra su capacidad para realizar un pastiche genial en el que tienen cabida diferentes obras literarias, musicales o cinematográficas que forman parte del imaginario popular.

En cuanto al trazo, las líneas están al servicio de la absoluta libertad narrativa y el firme rechazo al discurso acabado.

Éste es un tomo imprescindible para quienes hemos conocido a Max tarde. En él se demuestra que ha dibujado bien desde el principio y que es un intelectual bastante peculiar.

A día de hoy, la mayor exposición que se ha hecho de su trabajo, Panóptica (1973-2011), comisariada por Marta Sierra, ha pasado ya por dos ciudades: Valencia (MuVIM) y México. El próximo 21 de febrero se inaugurará en la sede del Instituto Cervantes de Madrid y a partir de junio se instalará en cinco centros Cervantes más salpicados por Brasil. Pero, ¿y Mallorca? ¿No hay ninguna institución cultural que se haya interesado por esta estupenda retrospectiva de uno de nuestros dibujantes más internacionales? Pues no. Y así se nos va todo el patrimonio de los genios que han vivido por aquí: Cela, Max, y habrá muchos más.