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domingo, 29 de julio de 2012

El centro Toni Catany grita auxilio



No faltaba nada para tener un museo perfecto en Mallorca: esto es, pequeño y coherente. Me refiero, por supuesto, al Centre Internacional de Fotografia Toni Catany. El continente se solucionó durante la pasada legislatura: Catany se comprometió a donar su propia casa de Llucmajor, y el Consell adquirió la vivienda contigua, perteneciente al también fotógrafo Tomás Montserrat. La colección la iba a conformar el legado del propio Premio Nacional, un patrimonio de primera categoría: la luz que cae sobre los bodegones de Catany nos deja bellas heridas que no vuelven a cicatrizar. El espacio en sí iba a convertirse en un lugar activo que iba a aprovechar los buenos contactos del mallorquín en el extranjero para atraer a la isla a los profesionales de la imagen más importantes del mundo. Por no faltar, no faltó ni el dinero (4,3 millones de euros) del Instituto de Turismo de España, pero la lentitud, la nefasta planificación y ahora la falta de liquidez ponen en peligro el proyecto y la oportunidad de que el legado de Catany se quede en Mallorca. Hay que recordar que el fotógrafo ya rechazó ofertas de fuera, pero priorizó el país al beneficio económico. Es un romántico.

Vivimos una época en la que sólo se tapian agujeros y venimos de otra en la que se pulverizaba el dinero a ritmo de conga. Al final nadie, ningún político, se ha aplicado de verdad con el proyecto de Toni. Los de ahora tampoco (y señalo a Joan Rotger del Consell), que sí aparentaron su compromiso con la cultura el pasado jueves cuando se hicieron la foto en la inauguración del festival de fotografía PalmaPhoto, en cuyo programa aparece cínicamente el gran Catany, que expone en Es Baluard. Fotos de políticos posando frente a las fotos de Catany. Qué cosas. Por otra parte, habría que preguntarse: ¿en qué estado se encuentra el patrimonio del fotógrafo? ¿Ya está todo catalogado? ¿Se están conservando las viviendas del futuro centro como es debido?

No falta nada, pero parece que no puede ser. ¿Por qué? ¿A qué están esperando? Ahora que hay tantos enfáticos museos oficiales de arte contemporáneo sin casi nada que mostrar, el centro Toni Catany parecía que iba a ofrecer el tamaño perfecto, la solidez discreta de lo bien hecho, lo luminoso, lo posible. Algo tendrá que ver con este infortunio la debilidad de una sociedad civil en la que todo, absolutamente todo, depende de la política y de la clase política. Menos mal del arte, del arte de Catany y del de muchos otros. El arte lo único que hace es levantar constancia del vacío. También del vacío cerebral.

Toni quería dejar su legado enraizado en su isla. Sus fotografías son fruto de una asimilación de viejas culturas mediterráneas. Su sitio está aquí. Catany quería dejarlo todo bien atado. Porque cuando un artista se va, suelen iniciarse años de barbarie. Hay muchos ejemplos: el taller de Gaudí se quemó, o tras el fallecimiento de Bach se perdieron algunas de sus partituras. Para evitar que suceda algo así, quizá solo quede una posibilidad: que nos quiten el legado de Toni de las manos. Y que la isla se quede aún más vacía. No faltaba nada para tener un museo perfecto en Mallorca. Al final sólo quedarán muchos agujeros culturales que tapiar. Y mucho vacío cerebral.




*Publicado en "Diario de Mallorca" el 24 de junio de 2012

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